- Sólo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y de reconocer sus errores.
- Todos tenemos la fuerza necesaria para soportar los males ajenos.
- La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo.
- Huye de los elogios, pero trata de merecerlos.
- La vergüenza de confesar el primer error hace cometer muchos otros.
- El que no tiene opinión propia siempre contradice la de los demás.
- Habla poquísimo de ti, poco de los otros, mucho de las cosas.
- El día que leí que el alcohol era malo para la salud... dejé de leer.
- Si podéis curar, curad; si no podéis curar, calmad; si no podéis calmar, consolad.
- Lo lícito no me es grato; lo prohibido excita mi deseo.
- La humildad es la llave que abre todas las puertas.
- La sangre se hereda, el vicio se apega.
- Qué pena que beber agua no sea un pecado! ¡Qué bien sabría entonces!.
- De lo que tengo miedo es de tu miedo.
- La mayoría de las personas adquiere la conciencia donde se acaban sus privilegios.
- El honor es la poesía del deber.
- La vanidad hace siempre traición a nuestra prudencia y aún a nuestro interés.
- El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor.
- Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibi.
- La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.
- Las coherencias tontas son la obsesión de las mentes ruines.
- La ociosidad es el ideal del genio y la pereza la virtud romántica.
- La ociosidad es la madre de todos los vicios.
- El hombre más fuerte del mundo es el que está más solo.
- Sólo lo difícil estimula.
- Si al principio no tienes éxito, redefine el éxito.
- Nos condenamos siempre por lo que decimos, no por lo que hacemos.
- La imitación es la forma más sincera de la adulación.
- La intolerancia es mas dañina y peligrosa que cualquier epidemia.
- Hay que tener aspiraciones elevadas, expectativas moderadas y necesidades pequeñas.